El aprendizaje es quizás uno de los procesos psicológicos que más interés ha despertado para el ser humano. Su complejidad e intentos por comprenderlo, la diversidad de metodologías para lograr potenciarlo y las distintas respuestas que han surgido para dar cuenta de este deslumbrante fenómeno, lo transforman en uno de los más estudiados por científicos, filósofos y docentes durante siglos.
El aprendizaje es un cambio transformador. Este cambio se refleja en la manera en que comprendemos y actuamos sobre nuestro entorno o sobre nosotros mismos. Es cierto que también podemos desaprender y volver a aprender. Sea como sea, el resultado central de un proceso de aprendizaje es el cambio profundo y estructural en relación a nuestras premisas básicas asociadas al pensamiento, los sentimientos y nuestras acciones o conducta.

El aprendizaje reconstruye y reconfigura nuestros valores. Cuando aprendemos algo nos desafiamos a evaluar, analizar y cuestionar nuestro sistema de valores y nuestras creencias en relación al mundo. Es entonces que a través de la experiencia adoptamos un nuevo paradigma para explicarnos todo lo que nos rodea.
El aprendizaje es un acto político. Cuando aprendemos, percibimos las contradicciones políticas, sociales y económicas a las que estamos sujetos. El desarrollo del pensamiento crítico y la toma de acción en contra de los elementos que se oponen a la libertad son respuestas directas a los elementos incongruentes de nuestra realidad.
El aprendizaje es un proceso emancipatorio. Nos convertimos conscientes y críticos en torno a las estructuras psicoculturales predominantes y los supuestos que las sostienen. Esta reflexión y toma de acción conduce a la modificación en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y nuestras relaciones.

El aprendizaje es social. Al darnos cuenta de cómo es que construimos nuestras relaciones, reconstruimos la estructura social y la red en la cual nos movemos, permitiéndonos una integración más inclusiva. Aprendemos de y con las personas.
El aprendizaje es reconstruir nuestra historia. Ya sea a nivel personal o colectivo, cuando aprendemos nos volvemos a contar nuestras experiencias pasadas al mismo tiempo que transformamos las nuevas experiencias, generando de esta manera un nuevo relato sobre nosotros, nuestro pasado, presente y futuro.
Una mirada que comprenda el valor social y transformativo del aprendizaje es necesaria para complementar el foco neuro-cognitivo que ha adoptado el estudio de este proceso en las últimas décadas. Aprender es humano, es social y es transformador.
Por: Diego Méndez – Director Ejecutivo de Learner
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